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Hola soy Gilda y esta es mi historia

Por la mañana del 31 de diciembre de 2006, volvía yo a casa patinando (a pesar de mi voz interior que me decía que no me pusiera los roller blades cuando salí de mi casa) en una calle de bajada y perdí el control estrellándome contra el tumbaburros de una camioneta estacionada. En ese momento sólo sentí un golpe en las piernas pero no sentí dolor alguno, no me había dado cuenta de que me había roto nada. Traté de mover las piernas y fue cuando me di cuenta de que algo no estaba bien. Me dejé caer sobre el cofre resbalándome hasta caer al piso boca abajo. Me toqué la espalda y pensé “estoy segura que volveré a caminar”. Una vecina me había visto pasar rápido y al escuchar el golpe acudió a auxiliarme, yo le dicté el celular de mi mamá y la llamó. En ese momento mi mamá pensó que se trataba de una extorsión virtual (como estaba sucediendo en esos tiempos en Cuernavaca). No creía que algo me estaba pasando, no obstante, como esto sucedió en la calle justo atrás de mi casa, con cautela fue a ver si era cierto. En cinco minutos ella ya estaba junto a mí. Yo no sé quién llamó a la Cruz Roja Mexicana, la gente empezaba a juntarse, todos tratando de ayudarme. En esos momentos recordé que años antes, cuando estaba en la preparatoria, una amiga mía había tenido un accidente y que su tío la levantó y eso ocasionó que ella quedara inválida. Por eso no permití que nadie me moviera ni me tocara. Entre la gente llegó un veterinario que me preguntó si le permitía quitarme la mochila de la espalda a lo que yo accedí y hasta ese momento me di cuenta del peso que cargaba que, aunque no era mucho, al quitármela me sentí considerablemente aligerada y respiré mejor. Unos 20 minutos después llegó la ambulancia, rápidamente los paramédicos me atendieron en el suelo. Hasta ese momento yo me mantenía tranquila, pero al voltearme boca arriba pude ver las caras y los gestos de las personas a mí alrededor, oí sus reacciones y sonidos y comencé a ponerme nerviosa y a entender la gravedad de lo que sucedía. Los paramédicos me dijeron que me iban a enderezar las piernas, que iba a ser muy doloroso y que iban a tronar mis huesos, y así fue, muy doloroso. Me pusieron un collarín y luego sobre la camilla, me metieron a la ambulancia y me llevaron a la Cruz Roja. Al llegar no me recibieron pues dijeron que estaban saturados, no tenían recursos humanos ni materiales ni había espacio para atender más pacientes así que me pasaron al hospital vecino. Ahí me sacaron radiografías y me dejaron en una camilla a solas, nadie me decía nada, yo no sabía lo que sucedía. Sentía las piernas muy calientes y estaba desesperada. Me contaron mi mamá y mi hermano que al ver las radiografías les dio náuseas. Los médicos tenían diferentes opiniones. Uno de ellos quería operarme una pierna al día siguiente, y la otra una semana después. Otro de ellos quería amputarme ambas piernas… nada alentador. Por fin pudo mi mamá ver a un médico conocido de la familia y él propuso que me trasladaran a la Ciudad de México pues ahí no existía personal capacitado para atenderme. Afortunadamente teníamos el seguro de mi papá y los del seguro determinaron que era un caso de extrema urgencia por lo que me trasladaron en helicóptero al Hospital. Mientras tanto mi mamá hacía llamadas para localizar algún doctor que me pudiera atender. Inmediatamente después de bajarme del helicóptero me cortaron los pantalones y me llevaron al quirófano donde me atendió el ortopedista Javier Camacho. No obstante de que antes de subirme al helicóptero me habían inyectado un anticoagulante, pocos minutos después de haber salido de la operación se me diagnosticó una embolia grasa pulmonar debido a las fracturas de los fémures, los huesos más largos del cuerpo y las horas transcurridas por lo que tuvieron que inducirme al coma durante 8 días. Gracias a que mi hermano ponía el radio yo escuchaba canciones y me di cuenta de que regalaban roscas de reyes así que cuando me despertaron del coma y me preguntaron si sabía dónde estaba y qué fecha era, yo pude calcular que era el 6 de enero aunque en realidad no era ese día, pero estuve cerca. Estuve 15 días más en el hospital mientras me daban rehabilitación en la parte superior de mi cuerpo. Sin embargo mis piernas no fueron enyesadas, me colocaron prótesis de titanio dentro de mis huesos, mi hermano y mamá me movían las piernas durante el coma para evitar llagas. Aunque no tenía fuerza ni para levantar un tenedor, debido al catabolismo ocasionado por el coma, colocaba el control remoto y celular en mi panza y le picaba al teclado. Me costaba subir mi brazo para rascarme la nariz, fue hasta el tercer intento que encontré mi cara. Así unos días después llegaron con objetos para ejercitar mis brazos, manos y coordinación en el hospital. También me llevaron a la mesa de volteo para sentir el peso de mi cuerpo en mis piernas y estar en posición vertical por unos segundos. El sentir el peso de mi cuerpo sobre mis piernas por primera vez fue una sensación de incomodidad, como un peso muerto de mis piernas, totalmente inactivas. ¡Afortunadamente estaba amarrada a la mesa! El mareo por estar en posición vertical fue otra molestia. El coma trajo consigo un estado de catabolismo por lo que durante un periodo fui talla cero y tuve amenorrea, lo que me gustó mucho. Cuando recuperé mi talla normal, no la aceptaba, tuve desórdenes alimenticios, y combatí la bulimia durante mucho tiempo. En el 2012 que fui a trabajar a Wisconsin en una escuela Montessori donde yo era la encargada de la granja, y al cambiar mi entorno personal, idioma, hábitos, paisaje, estilo de vida, entre otras cosas, me ayudó a superarla. En mi regreso a México ya no tenía esa conducta autodestructiva, se había quedado allá. Al darme de alta del hospital mi rehabilitación continuó en mi casa durante un año completo con un ruso llamado Alexei quien fue diario darme terapia y jamás en toda su vida había visto un caso como el mío ¡Ni siquiera en las olimpiadas! Desde que desperté del coma hasta el día de hoy siempre me dediqué a ejercitarme, primero como rehabilitación, después para mantener mi figura y ahora para ser lo suficientemente fuerte para resistir y completar carreras de ultra distancia de más de 60 Km. Pude reconocer mi impotencia, mi enojo, frustración, tristeza, hacia mí y hacía los demás, acepté que necesitaba ayuda y que no iba a poder salir de esto sola, que mi rehabilitación más que física debía ser mental. Había cosas que no recordaba, que confundía, tratos y modismos propios que me causaban desconfianza. Entonces le pedí a mi mamá que contactara a mi psicólogo, quien me había atendido anteriormente para superar el duelo de la muerte de mi papá en el 2004. Cuando recibí la llamada Juan Manuel Moreno “Manolo” mi psicólogo me fue posible avanzar de la manera en que estaba acostumbrada. Mentalmente me situé en una posición favorable para tener otra perspectiva de mi situación y poder trabajar con ella y físicamente porque al darle otra visión a la experiencia que estaba viviendo equilibré mente, cuerpo y alma para lograr un solo objetivo: CAMINAR. Desde la primera llamada telefónica que tuvimos me habló fuerte y reaccioné al hacerme ver que estaba en estado de emergencia y podía salir adelante como lo había logrado ya en otras ocasiones. Sin embargo, si me permitía sentimientos negativos entraría a un agujero sin fin del que sería imposible salir. Ahora me doy cuenta que las actitudes de victimización y la depresión son un lujo que no todos se pueden dar, y que a veces cuando quieres no siempre se puede. Por más que quería caminar no podía. En ese momento solo podía estar en casa en cama. Mis primeras palabras hacia Manolo fueron las siguientes: ¿por qué a mí? ¿Si yo hubiera..? Él me respondió: ¡Esas preguntas están prohibidas!, estás en estado de emergencia. ¿Dónde estás? En la cama, contesté. ¿Qué tienes que hacer? Mis ejercicios de rehabilitación. -Bueno, entonces por ahí empieza. En ese mismo instante bloqueé cualquier pensamiento negativo y todas esas preguntas. Si me cachaba formulando algunas de esas preguntas las dejaba incompletas, le cambiaba la terminación a la palabra, pensaba en otro tema, tarareaba una canción, las desvanecía rotundamente y hacía mis ejercicios de rehabilitación. Cualquier distracción que interrumpiera esos pensamientos, que me volviera al presente, al aquí y ahora. Fui muy estricta y cuidadosa con mis pensamientos, en ocasiones logré tener la mente en blanco, en calma sin nada. A veces no tenía ganas de hacer mis ejercicios de rehabilitación, siempre los hacía justo después de despertar, era lo primero que realizaba. Entonces me bañaba, desayunaba, veía la tele y en aquel momento el miedo de saltarme un día de no hacer mis ejercicios de rehabilitación me invadía ¿qué tal si por un día de no hacer nada ya no volvía a caminar? ¿Qué tal si echo para atrás todos mis avances? De inmediato dejaba todo para empezar mi rehabilitación. Además eso era lo único que podía hacer, mi única opción y mi única obligación. Cuando no hay motivación, hay disciplina. El trabajo de todos ya estaba hecho ahora era mi parte la que faltaba para completar el éxito total de mi recuperación. Alexei, mi rehabilitador, me decía: el día tiene 24 horas ¿cuántas horas le vas a dedicar? En un cuaderno apuntaba y dibujaba los ejercicios para hacerlos yo sola durante el día o la semana, era mi tarea y así recordaba exactamente como ejecutarlos correctamente. Aprendí a hacer lo que tenía que hacer en ese momento ni más ni menos, el esfuerzo necesario y justo para esa situación, y algún día recuperar mi vida personal, mi independencia para ir al baño, poder comer, dormir y bañarme sola por nombrar algunas necesidades básicas sin solicitar ayuda de nadie. Comer cuando tuviera hambre o ir al baño sin esperar a que las enfermeras me atendieran. Primero utilicé pañal, riñonera y ya después en silla de ruedas me movían para ir al baño, rutinas muy desagradables. Manuel un amigo de la infancia había estado en rehabilitación por su tobillo me dijo que me iba a doler mucho y que le “chingara.” De igual manera cuando le dije a mi mamá que acondicionara la casa con barandales se negó porque lo mío era temporal que yo iba a volver a caminar. Me di cuenta que sí, que era cierto, eso evitaría mi desarrollo, me estancaría, sería dependiente y eso no estaba en mis planes no iba a ser inválida por voluntad propia. Los resultados pausados de mi propio esfuerzo me llenaban de gran satisfacción cuando comprobaba que lo que hacía en mi rehabilitación realmente funcionaba. Ya podía sostener un tenedor, un celular, el control remoto, después logré coordinar vista y mano para poder comer sola. Al volverme más fuerte me volteaban boca abajo y boca arriba en la cama, luego mis ejercicios de cama (abdominales, brazos, estiramientos, mover articulaciones de las piernas con bandas elásticas, entre otros ejercicios) me pasaron al piso también hacía abdominales pero la diferencia es que la resistencia del piso es dura y no blanda como el colchón de la cama donde el equilibrio no se pierde. Del piso pasé a la bici fija, mi hermano la compró y la primera vez que aguanté un minuto entero sentí que era dueña del universo. De la bici fuimos a la alberca donde coordiné la respiración y los estiramientos, los ejercicios de las articulaciones eran fluidos porque la composición del agua me permitía un falso caminar, el agua absorbía mi peso y me permitía fingir la marcha. Finalmente al gimnasio para agregar peso extra a mis ejercicios y trabajar los músculos de manera aislada para fortalecerlos. Los doctores y Alexei me decían que el hueso se empieza a pegar y que el músculo se pega con el hueso, por lo tanto antes del año tenía que recuperar totalmente la movilidad de mis músculos de las piernas para separarlos del hueso y no quedar atrofiada por el resto de mi vida. De repente comencé a gatear, cuando estaba en el piso haciendo mis ejercicios y me arrastraba con mis brazos por la recámara de mi mamá, un día sin darme cuenta las piernas se integraron al movimiento. ¡Era un milagro, mis piernas respondieron! Fue entonces que por primera vez recuperé la sensación de libertad, felicidad, éxito, superación, independencia. ¡Ya podía ir al baño sola cuando quisiera ir al baño, bajar las escaleras para ir a la cocina a comer cuando tuviera hambre y dormir en mi recámara sola por fin! El gatear me abría las puertas de la libertad, mi mundo daba un giro de 360°. Era cuestión de tiempo; mi meta de volver a caminar se volvía realidad poco a poco. De la misma manera el no llevar un registro del tiempo, de las fechas, no contar las horas, ni los días, ni las semanas, ni los meses, lograba su objetivo. Un día por impulso interno me puse de pie. ¡Mis piernas me sostenían nuevamente! Sólo me encontraba erguida como pilar y titubeando. Lo seguí intentando día con día hasta que alcancé mantenerme firme y equilibrada. Con el tiempo Alexei, mi mamá, mi hermano, las enfermeras me ayudaban a dar pasos, me corregían mi pisada porque pisaba primero con la punta y después con el talón, lo había olvidado, había olvidado como caminar. Esos detalles no me importaban más yo estaba segura y confiada que mi cuerpo lo resolvería en su tiempo, pues así había logrado todo lo anterior ocupada y con paciencia. Poco a poco regresaba muy lentamente mi vida a la normalidad, la vida familiar y social. En silla de ruedas con enfermera, después con muletas y enfermera, parecía que mis actividades cotidianas se acercaban más día con día. Desde el primer momento en que desperté del coma empezó mi rehabilitación, cada día todos los días durante mucho tiempo realicé todos mis ejercicios hasta que dejaron de ser necesarios los ejercicios, la presencia de un rehabilitador y de las enfermeras. En el gimnasio encontré la forma de continuar mejorando mi fuerza física con un entrenador personal. En la actualidad Manolo utiliza en sus terapias mi historia de vida como ejemplo con sus otras pacientes. Me comenta que las personas necesitan un testimonio de esperanza, cuando no encuentran una salida. Él también me contactó con una institución médica enfocada a pacientes con diabetes para compartir mi historia y motivar a las personas a ser disciplinados, pacientes y responsables de su condición médica. Ofreció atenderme de manera gratuita las sesiones de terapia posteriores durante muchos años. Alexei me dijo que era su primer paciente mexicano en hacer los ejercicios de rehabilitación y que avanzaba día con día. Cambió su manera de pensar de los mexicanos al dejar de etiquetar y generalizar a partir de nuestro trabajo conjunto, el cual había generado por sus experiencias anteriores. Nos invitó a cenar a mí y a toda mi familia en un restaurante de comida rusa para celebrar, despedirnos y mostrar su total agradecimiento por los resultados obtenidos con mi esfuerzo. Un amigo de la infancia le dio mi número telefónico a una compañera de la escuela porque su hermana tuvo un accidente en la motocicleta y hemos estado en comunicación, para que tuviera segundas opiniones y la contacté con mi psicólogo. La hemos acercado con buenos médicos que nos afirman que el diagnóstico ha sido el correcto. Le compartí que en mi experiencia fue muy importante cuidar los pensamientos, ser disciplinada y celosa con los ejercicios de rehabilitación. Actualmente está viviendo éste proceso. Wilma Murphy, compañera de la escuela, me invitó a una carrera de 5 Km. el 4 de julio de 2012. Ésta fue mi primera carrera y obtuve el tercer lugar de mi categoría. En ese momento cambiaría el resto de mi vida por segunda ocasión. En 2013 surgió mi Proyecto “Conquistando las Maravillas del Mundo, Superando la Adversidad” cuando solicité el patrocinio a diferentes marcas deportivas, después de que mi coach de atletismo Gabriela Romero me sugiera escribir mi currículo de carreras y mi biografía, entre ellos estaba el correo electrónico de los organizadores del Maratón de la Gran Muralla China “Conquista la Gran Muralla”, los únicos en responderme positivamente. Me preguntaron ¿Por qué China y cuál era mi causa?, yo contesté: China y México son culturas hermanas –la piñata, el limón, el caballo, el gallo, la pirotecnia entre otras cosas fueron inventadas en China y que actualmente son parte de la cultura y tradiciones mexicanas. Conocer China y correr sobre una de las Maravillas del Mundo para cumplir mi sueño. Mi causa: motivar a la gente que después de una rehabilitación de un accidente se puede salir adelante con dedicación, esfuerzo y disciplina. Compartir mi historia me llevó a correr 42 Km. sobre la Gran Muralla China y fui patrocinada en dos ocasiones: en 2014 año del caballo, medalla que llevo tatuada en mi brazo derecho y en 2016 año mono, fui muy afortunada porque en el zodiaco chino yo soy mono. En 2015 en el Tíbet Roof of the World Marathon a 5,200 msnm corrí 42 Km. patrocinada un 80% por los mismo socios, en el cual en la segunda edición fui la primera mujer en correrlo. Gracias a la preparación para éstos grandes retos escalé el Ajusco (Pico del Águila 3,900 msnm), los Dínamos, el Volcán Xitle, el Nevado de Toluca a 4,500 msnm y el Iztacíhuatl al Refugio de los 100 y a la segunda rodilla a 5,000 msnm por ignorancia y no llevar lentes para las radiaciones se me quemaron las corneas, pero en unas semanas con la atención adecuada recuperé la vista. En el deporte encontré estructura y disciplina que se ha difundido a las demás esferas de mi vida, con el tiempo han sido beneficiadas y he obtenido resultados por el esfuerzo invertido. En 2018, con Women’s Power en Tlacochahuaya, Oaxaca en la carrera de 10 Km., tuve la oportunidad de motivar a mujeres deportistas con diferentes objetivos para otros eventos y carreras; y en el Polideportivo CRAD de Oaxaca con Run MagicFest visité al equipo de niños que ellos entrenan gratuitamente para platicarles mi historia y cómo pueden cumplir sus sueños con disciplina, pues los sueños pueden tardar más de uno o dos o tres y hasta más de diez años en realizarse. Sin embargo, ellos deben de seguir trabajando en su sueño, mientras se vuelve realidad con su esfuerzo pero sobre todo si se está atento para tomar las oportunidades que te abren la puerta y te acercan más a cumplirlo. Otros programas deportivos, gimnasios y medios de comunicación me han invitado y hecho entrevistas para difundir la esperanza con mi experiencia de vida, está la escuela de necesidades especiales en Cuernavaca, Oaxaca, Ciudad de México y Morelia. En Guachochi Chihuahua completé 63 Km. en el 2018 en la Sierra Rarámuri. Al enterarse de mi historia algunos de los asistentes tomaron fotos y videos y los compartieron en sus redes sociales. Es decir, que después de ir mejorando paulatinamente, en todo este tiempo he alcanzado a correr ultramaratones de 50, 60 y 63 Km., con la ayuda de mis entrenadores, nutrióloga y equipo de corredores Ultra Trail México, he conseguido otro tipo de habilidades y rendimiento. Ahora amigos y conocidos me piden consejos en mi técnica de correr, de mi entrenamiento físico, preparación mental, alimentación, calzado de deportivo, equipo, etc. El reconocer y aceptar que necesitamos ayuda nos fortalece, es importante solicitar ayuda, el ser humildes para recibirla facilitará el camino, hay cosas que están en nuestras manos pero muchas otras que no lo están y aquí es donde la paciencia es pieza clave. Todo sucede en su momento, no cuando nosotros queremos. Con el tiempo llegan las respuestas, hay que ser pacientes. A aquellas personas que estén pasando por una situación similar yo les recomiendo ser constantes y disciplinadas en todos sus proyectos, ponerse a sí mismas antes que todo para lograr resultados y cumplir metas. Serse fieles, amarse, y cuidarse física y espiritualmente. Por ejemplo cuando te subes a un avión siempre te dicen que en caso de emergencia hay que “Ponerse la máscara para ayudar” (primero tú, atiéndete a ti) y entonces ya podrán ayudar porque si no lo hacen se convierten en un estorbo y ya son dos más que hay que rescatar. Hay que aprender a decir “no” antes de decir “sí”. Para poder ponerte tú primero, tu salud, tus objetivos tendrás que decir que “no” a muchas cosas. Sacrificar significa hacer sagrado, sacro, facere oficio del latín, hacer sagrado tu oficio, mis cosas son sagradas. Respetándote y honrando tus actividades y compromisos para salir adelante. Si se está en estado de emergencia para realizar la rehabilitación será necesario también bloquear sensaciones corporales porque va a doler y molestar y mucho, realizar los ejercicios eficientemente a pesar de las molestias que se puedan sentir. El dolor es pasajero, te vas a reponer. Ahora con mis carreras reaprendí a escuchar a mi cuerpo, si tengo gripa, si tengo cólicos, si me desvelé, etc. Lo cuido, me recupero y me responde. Siempre escuchar tu intuición. Esa mañana ignoré mi voz interior que me decía no te pongas los patines y aun así salí a patinar, no la escuché. Meditar aprender a respirar y calmar la mente. Cuidar los pensamientos. Seguir adelante, sin llevar cuentas del tiempo todo pasa y cuando te das cuenta ya terminó y su propósito es revelado. Una seguidora de mis redes sociales me envió la convocatoria para este concurso, Premio 2018 "Raquel Berman a la resiliencia de las mujeres frente a la adversidad" lo cuál ha sido de gran motivación porque así veo que mi mensaje ha llegado más lejos de lo que imagino, y gracias a esta invitación he recordado detalles que había olvidado. En su momento era muy difícil hablar de esto mientras lo vivía y ahora tengo la oportunidad de recopilar mi experiencia para dejar un testimonio que ayude y esté al servicio de quien lo necesite. Es una muestra de que yo he recibido y he aprendido mucho de toda la gente. Estoy muy agradecida por todas las personas y situaciones que me han traído hasta este instante, porque en ese entonces jamás pensé que además de Conquistar la Gran Muralla China, conquistaría “Todas Mis Murallas y sobre todo A Mí Misma”. Un reconocimiento especial a mi mamá y a mi hermano quienes dedicaron su vida en ese momento a mi bienestar. Gracias por sus alentadoras palabras y decisiones contundentes para mi recuperación. Gilda Catalina


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1 Comment


Perla Padierna
Perla Padierna
Apr 25, 2022

Decir que eres una guerrera es quedarse corto. Todo un ejemplo. Te admiro tanto

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